De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), al 2019 la inclusión financiera en Perú llegaba al 44,1% de la población adulta, siendo la cuenta de ahorros (41%) y la tarjeta de débito (39%) los productos más populares. Apenas un 2% tenía una cuenta corriente y un 9% contaba con una tarjeta de crédito. En general, a lo largo de los últimos 15 años, la bancarización en Perú subió alrededor del 10%.
Sin embargo, la realidad es que más del 50% de los adultos encuestados por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) no tiene acceso a ningún producto bancario, lo que representa un desafío para los bancos: cómo acercarse más y mejor a la población. Solo un 25,7% de los trabajadores informales, un sector que constituye más del 70% de la economía peruana, según cifras oficiales, posee una cuenta de ahorros.
De hecho, la alta informalidad es el principal entre un cúmulo de factores que explican la baja bancarización en Perú.
Para Martín Naranjo, presidente de la Asociación de Bancos del Perú (Asbanc), otros factores que influyen son la fragmentación territorial y la gran brecha de infraestructura, lo que dificulta expandir los servicios financieros en el interior del país. A ellos agrega la debilidad institucional, lo cual dificulta que se firmen y cumplan más contratos de estos servicios.
La llegada del COVID-19 desnudó esta realidad. Para paliar la crisis económica provocada por las medidas sanitarias de contención de la pandemia, el gobierno creó subsidios destinados a los más necesitados, cuya entrega provocó largas colas y aglomeraciones en los bancos. Dada la baja bancarización de la población, la mayor parte de estos pagos tuvieron que hacerse en efectivo en ventanilla, agravando la crisis sanitaria.
Con el fin de impulsar la inclusión financiera, contribuir a la formalización de la economía, y evitar las aglomeraciones en los bancos, el Banco de la Nación —un banco estatal receptor de los depósitos a la vista de los trabajadores del sector público— creó la Cuenta DNI, una cuenta básica de ahorro individual y digital, de manera automática y gratuita para todos los mayores de 18 años que cuenten con su documento nacional de identidad, sin necesidad de un contrato previo con la entidad financiera. Así, el pago del Segundo Bono Universal se hará el mes de octubre a través de esta cuenta.
Boom digital
Es un avance importante. Antes de la pandemia, de acuerdo con Movizzon, una empresa de tecnología financiera (fintech), solo un 20% de las operaciones bancarias en Perú se hacía por medio de canales digitales, una cifra inferior al 35% de Colombia y el 50% de Chile.
El arribo de la pandemia, sin embargo, ha producido un crecimiento auspicioso de los medios de pago virtuales. Según Asbanc, a julio de este año las plataformas virtuales habían triplicado su participación, aventajando a los canales presenciales como los cajeros automáticos y los terminales de puntos de venta (POS), los medios antes preferidos en Perú.
Por ejemplo, según fuentes del Banco de Crédito del Perú (BCP), antes de la pandemia el porcentaje de sus clientes digitales era del 35%. Esa cifra ha subido al 49%. La cantidad de clientes que usaba su banca móvil se ha triplicado, para alcanzar los 3 millones.
Ello ha ido de la mano de un gran incremento en la apertura de cuentas de ahorro, con el fin de digitalizarse. En el caso de la filial peruana del gigante español BBVA, la apertura de cuentas de ahorro por canales digitales en esta pandemia se ha multiplicado por siete, dijo su gerente general, Fernando Eguiluz, en una entrevista para la revista Gestión.
Sin embargo, una de las limitaciones para una mayor digitalización bancaria en Perú es el bajo nivel de conexión a internet. Solo el 40,1% de los hogares del país accede a este servicio, según el INEI. De todos modos, el teléfono inteligente, cuya penetración llega al 73,4% de los hogares, se ha convertido en el principal medio de acceso a internet, lo que influye en el incremento de la digitalización bancaria.
Soluciones populares
La solución de pagos digitales más popular es la billetera digital, sobre todo para los pagos de persona a persona. Una de ellas es Yape, aplicación móvil lanzada por el BCP en 2017 para hacer transferencias bancarias tan solo con el número de celular, para clientes del BCP y los bancos afiliados.
Según fuentes del banco, el número de “yaperos” aumentó de 2 millones en enero a 3 millones y medio en la actualidad, quienes movilizan más de 20 millones de soles (unos 5,5 millones de dólares) diarios. El 30% de ese monto corresponde a las operaciones de los más de 300.000 pequeños negocios que trabajan con la aplicación a través de los pagos con código QR. “A fin de año esperamos llegar a los 5 millones de yaperos, y para el 2021 lograr la meta de los 10 millones de usuarios”, dice el líder de Yape, Rufino Arribas.
Para alcanzar el objetivo, el BCP apunta a la población no bancarizada. En junio de este año se lanzó Yapecard, una tarjeta prepago virtual con la que se puede usar la aplicación sin ser cliente de ningún banco, sino únicamente con un número de celular y DNI, la tarjeta de identificación nacional. Ya existen 300.000 yaperos en esta modalidad y se prevé llegar al millón de clientes a fines de 2020.
Como señaló el gerente general del BCP, Gianfranco Ferrari, en una entrevista a Gestión, antes era muy costoso llegar a los no bancarizados mediante los canales de distribución tradicionales, pero hoy en día “cada peruano tiene un celular, por lo que la tecnología está facilitando mucho el acceso”. La pandemia también ha generado un boom en las transferencias digitales bancarias, sobre todo las de persona a persona y las de persona a empresa, debido al auge del comercio electrónico.
Además, se ha dado un aumento del 1,7% en la penetración de tarjetas, con un gran crecimiento en la tecnología contactless, que aumentó un 47% en tarjetas de crédito y un 76% en las de débito, según un estudio de Kantar. Esto se debe a la necesidad de evitar el contacto físico y prevenir un posible contagio del coronavirus.
A nivel global la digitalización de los medios de pago es un proceso irreversible, y todo parece indicar que en Perú también. Queda en los actores del sistema financiero convertir la oportunidad en nuevos negocios.