En México, se ve más gente haciendo fila para pagar en efectivo en el puesto de tacos, que en Starbucks pagando con sus teléfonos.
Esta es una indicación de cómo el uso de efectivo sigue dominando entre los casi 130 millones de mexicanos, dice Francisco Llambí, gerente de éxito del cliente de TODO1, empresa de servicios digitales para el sector financiero con sede en Miami.A pesar de que México es la segunda economía de América Latina, su índice de bancarización ha estado estancado en los últimos tres años en 68%, según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
La lupa del Global Findex del Banco Mundial ofrece una visión más alarmante. Según el índice, apenas 37% de los adultos tiene una cuenta bancaria en México, comparado con 74% en Chile. El año pasado, el 95% de los mexicanos dijeron haber usado efectivo para pagar compras de 25 dólares o menos, mientras que el 87% reconoció haberlo empleado para pagar compras de más de 25 dólares.
“No tiene que ver con una falta de educación o conocimiento (...), sino con el tema del anonimato del efectivo. El efectivo no se puede rastrear”, dice Llambí, quien actualmente desarrolla soluciones de banca digital para varias entidades financieras en el país.
La principal fuente de dinero en efectivo en México son las remesas. El país captó 33.480 millones de dólares en 2018, y cálculos del Banco Mundial indican que las remesas contribuyen un 2,8% del PIB de México. A pesar de que la transacción en sí es electrónica, una vez que se retira el dinero de la agencia de envío, es muy poco probable que vuelva al sistema financiero, dice Llambí. Algo parecido sucede con las cuentas bancarias creadas a través de las nóminas de las empresas para el pago de salarios. Una vez que reciben su sueldo, muchos empleados retiran el dinero de los cajeros automáticos y no lo vuelven a ingresar al sistema bancario.
“Cuando es quincena, tienes unas filas en los cajeros automáticos que son interminables. La gente va a sacar el dinero del banco”, señala el experto.
Esto representa un reto para ampliar el uso de la banca digital en un país donde la bancarización sigue siendo limitada, especialmente en las áreas no urbanas. En la Convención Bancaria celebrada en marzo de 2019 en Acapulco, Arturo Herrera, subsecretario de Hacienda y Crédito Público, dijo que una de las razones para el bajo índice de bancarización del país es el alto nivel de informalidad de la economía. “Un 30% paga impuestos, pero tiene trabajos eventuales y otro 30% está en el mercado informal”, afirmó.
Entre los mexicanos con acceso a internet, el uso de la banca digital sigue siendo más bajo que en países como Argentina o Brasil. La consultora Comscore encontró que un 25% de los usuarios únicos de internet en México accede a la banca web o móvil, es decir, un total de 16,3 millones de personas. De estos, un 64% de los usuarios mexicanos utilizan solo la versión móvil de la banca digital. Un 23% solo accede desde la versión web de escritorio, mientras que un 13% utiliza ambos formatos.
“Esto evidencia que en México todavía existe un gran potencial de desarrollo, el cual se irá acrecentando a medida que nuevas generaciones de millennials y usuarios mobile first lleguen al mercado digital”, dijo Iván Marchant, vicepresidente de Comscore México, a la publicación Marketing Ecommerce MX.
Sin embargo, justamente un enfoque demasiado sesgado en los usuarios de la generación del milenio es lo que está desacelerando la expansión de la banca digital, dice Llambí. “Los millennials pasaron muchas crisis económicas, se casan más tarde, no quieren comprarse una casa porque prefieren usar el dinero para viajar, es una población económicamente activa que no está consumiendo productos financieros como hipotecas, no están comprando carro porque andan en Uber”, asevera.
Según el experto, a las entidades financieras les iría mucho mejor si se enfocaran en los llamados centennials, “que están empezando a ser económicamente activos y que por otro lado tienen un factor y es que todavía no han experimentado una crisis económica grande (...). No conocen un mundo offline y no tienen esa desconfianza en el sistema financiero”.
Otro reto que tienen los bancos entre los usuarios que ya usan sus servicios digitales es que les cuesta trabajo retenerlos en esas plataformas o convencerlos de que usen otras funciones de la banca.
Una solución, afirma Llambí, es ayudarlos más a terminar de entender sus finanzas personales. “Que la cuenta no sea únicamente para ver el saldo, sino que me ayude a terminar de entender en qué estoy gastando, para qué estoy gastando, cómo administrar mejor mis finanzas”, señala. En otras palabras, a satisfacer mejor las necesidades del usuario.
Esto a su vez representará una gran oportunidad para que los bancos generen bases de datos sobre el comportamiento financiero de los usuarios y les ofrezcan servicios personalizados.
“Una vez que los usuarios empiecen a usar y a hacer su home banking digital, eso les va a dar muchos datos a los bancos y les va a permitir saber qué hacen con ese retiro de efectivo”, dice Llambí.
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