En el ámbito financiero, la gestión de activos consiste en la inversión de títulos o valores que ofrezcan óptimos resultados según su nivel de riesgo y rentabilidad. Implica decidir qué activos se compran y se venden, cuánto dinero se mantendrá en efectivo, qué rentabilidad se espera obtener y qué riesgos se asumirán en cada inversión.
La gestión de activos en el mundo financiero o bancario es diferente de la que se usa en el ámbito empresarial. Este último se refiere a las actividades que mantienen o aumentan el valor de los activos de la empresa, evitan las pérdidas y maximizan los ingresos.
En general, la gestión de activos financieros lleva adelante la compra y venta de títulos en bolsa que pueden pertenecer a una persona individual o a una empresa. En ambos casos, es necesario considerar cuáles son los objetivos de la inversión y las condiciones de la misma. Es decir, debemos tener en cuenta:
Además, es importante conocer a fondo el balance económico actual del cliente, cuáles son sus objetivos y cómo se van a alcanzar. Para ello, los gestores diseñan un plan financiero acorde a las necesidades de los inversionistas.
El diseño de la cartera de inversión también depende del escenario económico. Estos profesionales dominan el sistema financiero y analizan las fluctuaciones del mercado. También conocen el desempeño de los distintos sectores económicos, empresas y activos. Con esta información, pueden crear un portafolio con la estrategia de inversión más conveniente.
La gestión de activos comparte algunos puntos en común con el asesoramiento financiero. Por ejemplo, ambas actividades son realizadas por empresas que brindan servicios de inversión. Además, tienen un profundo conocimiento de las instituciones financieras y su comportamiento.
En ambos casos, se requiere un sólido dominio de cuestiones fiscales, finanzas y una visión global del mercado donde se va a operar. También se deben conocer las diferentes compañías y empresas implicadas en la inversión. Según cada país, los profesionales deben contar con una educación especial para estas actividades.
Sin embargo, las entidades de asesoramiento solo pueden recomendar los instrumentos financieros ideales para cada cliente. Únicamente realizan propuestas de inversión para personas físicas y jurídicas, no pueden tomar decisiones de inversión, sino que operan en su nombre. Así, sus funciones son más limitadas si se las compara con las de las empresas gestoras.
Los asesores son intermediarios financieros que conectan al cliente con los mercados donde puede invertir. Le presentan las opciones disponibles y le ayudan a diseñar una estrategia de inversión personalizada. En cambio, el gestor de fondos se encarga directamente de su administración, maneja las inversiones y toma decisiones para conseguir la máxima rentabilidad posible.
Por su parte, existen varios tipos de sociedades o empresas dedicadas a la gestión de activos financieros. Estas son:
Cada tipo de cliente, como por ejemplo, clientes bancarios, empresas y particulares, pueden elegir qué tipo de entidad administrará sus activos financieros en función de su perfil y necesidades.
La gestión de activos financieros debería estar en manos de profesionales. Sobre todo, si se trata de una inversión de capital significativa o el portafolio de inversiones está muy diversificado. Este servicio ofrece grandes ventajas a inversionistas y/o usuarios:
La gestión de activos puede convertirse en un poderoso instrumento para sacar el máximo rendimiento posible a una inversión. Conociendo a fondo sus características y funcionamiento, podrás tomar decisiones financieras inteligentes.